MOMOTXORRO: El Espíritu Salvaje del Carnaval
Nuestra portada de este mes rinde homenaje a la naturaleza salvaje y a las antiguas celebraciones que honraban la tierra, el sol y los ciclos de la vida – un recordatorio de nuestras raíces mientras un mundo de inteligencia artificial crece a gran velocidad. En Alsasua, Navarra, emerge el Momotxorro: un eco ensangrentado de los rituales paganos ancestrales.
Texto Juanma Galán Fotografía JC Verona
Cada año, en la localidad navarra de Alsasua, emerge una figura enigmática y ancestral: el Momotxorro. Cubierto con pieles, coronado con astas de toro y con su ropa manchada de sangre, este personaje parece surgir de tiempos olvidados. No es una simple máscara festiva, sino el eco de antiguos rituales paganos ligados a la naturaleza, la fertilidad y el ciclo de la vida.
Cada martes de carnaval, los Momotxorros recorren las calles de Alsasua en una frenética danza al ritmo de tamboriles y txistus (flautas). Con giros vertiginosos y el sonido de sus cencerros, despiertan la tierra y propician la fertilidad. En el momento culminante, cargan con sus sardes manchadas de sangre y golpean el suelo, mientras persiguen a los espectadores en un torbellino de desenfreno y celebración.
La fiesta alcanza su punto final en la plaza del pueblo, donde los participantes se quitan las máscaras y recuperan sus rostros humanos. Como en un ciclo eterno, el orden se impone al caos, tal como la primavera sustituye al invierno.
El carnaval ha sido, desde tiempos inmemoriales, un espacio de transformación donde las normas se invierten y las fuerzas primigenias resurgen. En este contexto, el Momotxorro encarna la conexión con rituales que se remontan posiblemente a la Edad Media o incluso a creencias precristianas. Su presencia recuerda a figuras mitológicas como el Hombre Salvaje, presente en diversas culturas europeas, y el Basajaun, el legendario señor del bosque en la mitología vasca.
En el valle de la Burunda, en las estribaciones del Parque Natural Urbasa-Andía, el carnaval marca el final del invierno. Esta tradición está vinculada a los antiguos ritos agrícolas, donde el ser humano buscaba integrarse con los ritmos de la naturaleza a través de ceremonias de renovación y fertilidad. Además, febrero en Euskera, Otsaila, es conocido como el "Mes del Lobo"en clara alusión a las Lupercales, las fiestas romanas en honor al Dios Fauno que se celebraban por estas fechas. Luperco aka Lupus: Lobo + Hircus: macho cabrío, animal siempre maldito. Invocaban la protección de los rebaños y la fertilidad. Un período en el que la naturaleza se encuentra en su punto álgido de transformación, reforzando la idea de la conexión ancestral entre el hombre y su entorno salvaje.
“ El nombre "Momotxorro" proviene de "mamu" (fantasma, ente) y "mozorro" (insecto), evocando la transformación que ocurre en la noche del carnaval. También recuerda a Momo, el dios griego de la burla, sugiriendo el caos previo a la restauración del orden.”
Desde tiempos prehistóricos, la figura del chamán ha estado presente en diversas culturas. Representaciones similares pueden encontrarse en las cuevas francesas de "Le Trois Frères" y en "El Castillo" en Cantabria. Como un eco de estas imágenes atávicas, el Momotxorro surge de la niebla del tiempo para convertirse en el protagonista del carnaval de Alsasua.
Junto a él, otros personajes conforman el rico folclore de esta celebración: las Maskaritas, cubiertas con coloridas sobrecamas; el Akerra, un macho cabrío que encabeza el cortejo de las Sorginak (brujas); los Juantramposos, figuras cómicas acosadas por la multitud; los pastores de la Ereintza, que arrastran el arado en una alegoría de la siembra; tambien hay caldereros y quinquilleros con sus Osos/Hartzak domesticados y, la Boda, una representación burlesca de la sociedad.
El atuendo del Momotxorro es inconfundible: pantalón azul de mahón, camisa blanca, calcetines de lana, una sábana blanca manchada de sangre, un ipuruko o frontal tapa su cara, y de la espalda cuelga el narru o piel que llega casi hasta los tobillos, una cabeza de buey con astas y crines de caballo. En su espalda cuelgan cencerros que anuncian su presencia, mientras que en sus manos porta una horca de madera con la que golpea el suelo en el "Rito de la Sangre", un gesto simbólico de renovación y fertilidad.
Antaño, los Momotxorros perseguían a las jóvenes en un acto simbólico de fecundidad, un componente que ha evolucionado con el tiempo. Sin embargo, la esencia del ritual se mantiene: el caos precede al restablecimiento del orden. Desde su recuperación en 1977, el carnaval de Alsasua ha sabido mantener viva esta tradición, convirtiéndola en una de las celebraciones más impactantes del calendario festivo vasco.
Declarado Fiesta de Interés Turístico Cultural en 2012, dejó de celebrarse en 1916 y se recuperó en 1977 al inicio de la transición española. El carnaval de Alsasua es un testimonio vivo de cómo, en lo más profundo de nuestra memoria colectiva, sigue resonando el llamado de lo salvaje.